Vídeo 6. En el foro, la voz y la palabra
Se trataría de exponer o expresar de qué forma atender simultáneamente a los requerimientos, que parecen contradictorios, pero que se fecundan mutuamente, de una ciudad ordenada y una ciudad viva; o poner de manifiesto la crisis de los derechos al buen gobierno y a la participación en la ciudad actual.
El título es provisional, obviamente.


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ORDENADA-VIVA >
Me queda la palabra. Una vez más, Blas de Otero. Si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra. Si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra.
Se reclama una práctica urbanística que esté abierta a la participación real. De hecho, las decisiones de importancia, estratégicas, están al margen de toda participación: ésta se reserva para los asuntos anecdóticos. Y en este último campo se reglamenta excesivamente para semejar que se participa (se marea la perdiz con chorradas), y la liberalidad se deja para los asuntos importantes.
No hay reglamentación ni participación para intentar controlar el poder de quien tiene la sartén por el mango. Se reclama mayor reglamentación (con participación) en los asuntos importantes, y más desorden en los nimios. Una práctica que en cualquier caso implica la necesidad de información para comprender lo que sucede (disponibilidad de información).
El vídeo sería un repertorio de voces e intercambio de palabras. Voces y ciudad, no más. Pues mejor el alboroto que un helador silencio de fotografía. Mejor incluso las palabras vivas que las palabras escritas; pues éstas “saben menos de amor que de tristeza”. Una ciudad con el gusto de quererla vivir. De convivirla: “¿No es más dulce, acaso, que la vida misma la humana convivencia?” Frente a este paisaje sería repugnante el conformismo. Decía Camus en Combat: “sin justicia no hay orden”; y el orden de los pueblos “radica en su felicidad”. Pero también afirmaba su determinación de preferir “eternamente el desorden a la injusticia”. Con él estamos. No cabe, pues, sino resistir y denunciar. ¿Qué horizonte nos permite recuperar la esperanza? Si la ciudad es el lugar del derecho, el horizonte no puede ser otro que el de la insistencia en los derechos humanos.
También ha de ser así para la práctica urbanística. Pues son esos derechos los que nos separan de las tinieblas.