Vídeo 3. Ver y ser visto en la ciudad, mirarse a los ojos
En principio se trataría de exponer o expresar de qué forma atender simultáneamente a los requerimientos, que parecen contradictorios, pero que se fecundan mutuamente, de una ciudad particular y una ciudad cosmopolita; una ciudad que constituye refugio, pero también desarraigo, y universalismo, a la vez que provincianismo. Poner de manifiesto la crisis de los derechos a la vivienda (el refugio de cada uno) y a la cultura (el desarraigo común, la gestión de la decadencia) en la ciudad actual. Presentar, en suma, los requerimientos de la igualdad.

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PARTICULAR-COSMOPOLITA >

El título es provisional, obviamente. Alude a la condición de los inmigrantes “sin papeles”, a su “invisibilidad”, tantas veces denunciada. Ocultar la miseria es y ha sido una constante en la historia del urbanismo para enfrentarse al poder revolucionario de la mirada del otro. Porque el rostro del otro, en su mirada, te sujeta y ordena: “No me dejarás morir” (Lévinas). La ciudad de los derechos humanos no puede consentir la invisibilidad u ocultamiento de ninguno de sus ciudadanos.
Se propone plantear este asunto considerando que el espacio de la ciudad debe contar con ámbitos de privacidad para cada persona (viviendas) y de recreación colectiva (ámbitos del espectáculo y otros espacios, cuya representación más genuina es la plaza). Espacios para la vivienda y para la cultura, vistos como complementarios: lo propio de la vivienda, su privacidad, sólo adquiere sentido en su posibilidad de cerrase, pero también de abrirse al espacio público compartido por todos. Y lo propio de la plaza es su apertura, su universalidad completa.
Apuntamos a una relación directa entre ambas instancias: el artefacto urbano primero en esta relación es la ventana, que se abre o cierra según las instancias de los moradores, pero que siempre puede participar de la vida de la calle. Reclamamos, pues, un espacio propio para cada ciudadano, y espacios de recreación colectiva (más o menos estructurada), así como una relación directa entre ambos, sin la mediación de instancias de grupo que siempre tornan en reductos de desigualdad, de distinción (no abiertos a todos) o marginación (el patio del gueto, el espacio que no se puede abandonar).
Obviamente en este asunto tiene mucho que ver el derecho a un espacio propio (se entienda como se quiera entender este atributo: propio), el derecho a los confines, el derecho a la vivienda: este es un aspecto. Pero también tiene que ver con el carácter cosmopolita que hay que perseguir en la recreación del espacio público. Instamos hacia una mirada cosmopolita.
Últimamente se percibe una recuperación de lazos calientes (los característicos de la aldea donde todo se controla y todo está ritualizado; lazos no racionales basados en el mito, en el miedo, en el oscurantismo, etc.). Falta de intimidad de cada uno, y también de la pareja (su privacidad, su secreto). La dificultad para acceder a una vivienda favorece la dependencia del grupo.
En último término el vídeo sería un repertorio de miradas en el espacio urbano. Miradas y ciudad, no más. “Desde el balcón, sentado con un libro comparto en soledad la jubilosa caída de la tarde”.