Vídeo 5. Formas urbanas de una caricia dolorosa, o de los placeres sencillos
Se trataría de exponer o expresar de qué forma atender simultáneamente a los requerimientos, que parecen contradictorios, pero que se fecundan mutuamente, de una ciudad saludable y una ciudad sostenible; o poner de manifiesto la crisis de los derechos a la salud y al medio ambiente en la ciudad actual.
El título es provisional, muy provisional. Ni siquiera se acaba de decidir. Por un lado, “la caricia dolorosa” de la tierra, según expresión de García Montero. Por otro, “los placeres sencillos” a que se refería Lewis Mumford en Las Décadas Oscuras: tumbarse al sol, pasear por el campo, gozar de la Naturaleza.

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SALUDABLE-SOSTENIBLE>

Ahora hablamos de la necesidad de promover un principio, un modo de hacer: la elegancia. Es decir: la suma de los valores de la higiene pública y de una imprescindible austeridad para la sostenibilidad. Es elegante, se dice, quien resuelve con el menor gasto. Los peligros del despilfarro y de la economía hinchada, irracional, que no atiende a las necesidades reales y crea ficciones, finalmente pasan factura (medioambiental, pero que afecta también a la salud de las personas).
Lo sabemos: el hormigonado de buena parte del territorio (“nación asfaltada”, dicen en USA), la sustitución por bloques de edificios de lo que antes era campo tiene consecuencias inmediatas y próximas (la destrucción de un patrimonio natural, su incidencia en las condiciones generales de salud, los costes medioambientales, etc.), pero también lejanas: alejadas en el tiempo (¿alguien ha pensado la herencia que se está dejando, los costes de enderezar más adelante todo esto?), y alejadas en el espacio (ciertos materiales de construcción procedentes de remotos países, nuestros excesos castigan el Amazonas, y la degradación de estos lugares conlleva desastres sanitarios). No cabe para nuestras ciudades sino reducir la huella ecológica.
Promover ciudades saludables, con soluciones técnicas sensatas y austeras. Elegantes.
La traducción de estos planteamientos al campo del derecho a la ciudad es ésta: todos tenemos el derecho al medio ambiente, a la salud propia y a la salud de la tierra para poder poseer con ella un pasado y un futuro.
El vídeo podría ser (así lo vemos) un repertorio de pieles, de caricias, en la ciudad. Ósmosis en ellas. Salud de los cuerpos y salud del espacio urbano. Sensación de continuidad con el mundo. O más llanamente: derecho a disfrutar de “los placeres sencillos”: la lluvia que se recibe (esa lluvia que al caer la calle suspende sus labores “como si todo fuera tan solo el húmedo murmullo del agua universal”), tumbarse al sol, sentir la brisa que despliega el monte, notar el pulso de la tierra. “Sentir en la piel esa caricia del aire circundante”, el movimiento de la hierba o los sembrados. Sentir el suelo (recibir por las plantas la corriente subterránea), y volver a construir la ciudad como se vuelve a los veranos: con ganas de tocar el mar. Una ciudad, cómplice de los árboles, con sabiduría de septiembre, de plazas, de jardines y de luz de otoño. “Percibir el pespunte inverosímil que nos liga a la tierra. Sentirnos cuerpo, leve y larga caricia dolorosa de un todo más extenso” (cita, como casi todas, de García Montero).