Favela Prazares en 2002, Río de Janeiro.
 

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SOBRE EL DERECHO A LA VIVIENDA Y EL DERECHO A LA CULTURA

Una habitación con vistas. El imparable mestizaje del mundo

¿Por qué la vivienda sigue estando en cuestión?, ¿por qué una y otra vez, y siempre, se habla de ella como un problema?¿Podría el derecho a una vivienda digna y adecuada fundamentar una práctica urbanística más sensata, más racional y más justa?

Las políticas públicas de vivienda en la Europa de entreguerras, y las posteriores de los años 1950-1970, ¿fueron alentadas únicamente por las sucesivas penurias, o hubo algo más? ¿Por qué han fallado tantas veces las políticas de vivienda cuando han pretendido hacer experimentos sociales?

En los ambientes profesionales, las cuestiones del alojamiento siguen viéndose con excesiva frecuencia de forma ensimismada: se vuelve a plantear una forzada puesta al día de la vieja investigación tipológica, ahora en términos de flexibilidad, innovación tecnológica, personalización. ¿No va siendo hora de dar prioridad a discusiones más centradas en cuestiones ambientales y ciudadanas, hora de sustituir el problema de la vivienda por el problema de la ciudad?

Ya la distinción entre viviendas buenas en barrios malos y viviendas malas en barrios buenos lo deja claro: se buscan las últimas y se rechazan las primeras. ¿La cuestión de la vivienda es un problema de ciudad? Cuando el fuera no es atractivo se vive el alojamiento como un problema de segregación. Si dentro se da por supuesta, ¿la dignidad de la casa está fuera?

¿Interesan, al hablar de la vivienda, las peculiaridades de los espacios intermedios, la fuerza de los lugares que configura identidades? La ventana abierta sobre la ciudad, desde la propia vivienda hacia un espacio urbano exterior, unívoco, público, sin mediaciones, ¿puede ser una imagen adecuada de la relación básica entre ciudad y vivienda, algo más que un símbolo? ¿Es el derecho a la vivienda el derecho a una ventana viva?
La decencia del espacio público también puede medirse: infraestructuras adecuadas, aceras decentes, evitar el mobiliario roto o descuidado, etc. ¿Podría hablarse de una ciudad mínima ? ¿Dependería de la calidad del espacio público?

¿Hasta qué punto es necesaria para la vida urbana la “productividad invisible” de los espacios urbanos cargados de historia? ¿Tiene la ciudad que ofrecer a sus habitantes, además de la posibilidad de ganarse un sustento, un escenario donde representar el drama que se llama vida? En la ciudad moderna la productividad tiende a hacerse invisible y lo visible tiende a sistematizarse, a hacerse museo. ¿No es demasiado reductiva esta ciudad?
¿Ha pecado la gran ciudad contra la plaza, prescindiendo de ella o echándola a perder al extenderla en demasía? La verdadera ciudad tiene necesidad de historia: sólo mediante la historia deviene ciudad. ¿Cómo dar historia a esas grandes extensiones del suburbio?

¿Cómo hacer todo centro? ¿Cómo conseguir una integración espacial fundada en las múltiples relaciones, en todas las direcciones, con el mismo valor de todas las referencias, sin concesiones de clase o de riqueza? La ciudad es el lugar en el que se realizan todos los comercios (en todos los sentidos del término). ¿No es un delicado sistema de dispositivos de conmutación, a fin de que sus habitantes se eviten, se codeen o se encuentren cuando sea conveniente, que no puede reducirse a ingenieriles y banales sistemas de transporte y telecomunicación?
Al afrontar el problema del slum, ¿hay otra apuesta posible, viable, que la rehabilitación, el aprovechamiento de una riqueza que muchas ciudades no se pueden permitir dilapidar? Contra la visión y los errores de muchos de los grandes organismos centralizados, ¿hay otra solución viable distinta a la de “legalizar” los asentamientos, dignificarlos con políticas de integración, mejorar sus servicios?

¿No es urgente frenar radicalmente los desalojos forzosos? ¿Es viable otorgar a las favelas los atributos de la urbanidad: infraestructuras, servicios sociales y espacios públicos, y lograr así eliminar la estructura de gueto?
Las bolsas de pobreza están presentes en algunos barrios tradicionales de la ciudad histórica, centrales, y en determinados polígonos de bloques en proceso de degradación. Son las “áreas vulnerables”, las “zonas urbanas sensibles”, que sufren, cuando interesan, la expulsión de sus pobladores; y cuando no, la falta de inversión que acrecienta la pobreza. Hacia ellas se dirige la inmigración no reconocida. ¿Reside aquí el principal problema de la pobreza urbana en las ciudades ricas?

Es imparable el mestizaje del mundo y la individualización de las conciencias. ¿Cómo reconstruir espacios donde se conjuguen, con vistas a este encuentro sin precedentes, “el sentido del lugar y la libertad del no lugar ”? Cuando hablamos de la necesidad de acoger al otro para fundar la ciudad, ¿debe respetarse su alteridad inquietante, su alteridad radical?